Una historia...

domingo, 19 de julio de 2009 by Edu!

La noche caía en la ciudad del Ocaso. Las personas de ese lugar solo esperaban la eterna muerte ya que solo conocían la profunda oscuridad en los terrenos áridos de este lugar. Eran las 18 horas cuando llegué a la ciudad del Ocaso. Las personas me miraban con ojos de peligro, de cautela, era demasiado diferente para ellos. Era de las personas que aún confiaba en la esperanza. Esperanza que era el sentimiento más grande que podía tener un ser humano.

En la entrada tropezé con una niña (que por cierto sus ojos eran los que más me llamaban la atención), bajé de mi caballo para preguntarle a la niña de los ojos cielo que me dijera donde hay una posada para pasar la noche.

-Aquí no existen las posadas... solo existen casas... las casas estan siempre llenas... pero... te hemos guardado un sitio para ti.

Me extrañó las siete últimas palabras. No conocía gente en ese sitio así que era extraño que me guardarán un sitio en aquel lugar, era la primera vez que lo visitaba. Segui a la niña de los ojos cielo hacia la casa en donde me guardaban un sitio para mi. Llegué a la casa, era exactamente igual a las otras, la puerta semiabierta, las ventanas inundadas de suciedad, las paredes de madera carcomida por el paso del tiempo. La ñiña de los ojos cielo tocó la puerta y enseguida se abrió de par en par.

-Pase... la cena está servida.

Entré y para serle sincero a ustedes tenía hambre. Cuando ingresé las cosas eran completamente distintas en comparación con lo de afuera. Una fina alfombra persa adornaba el suelo, las paredes eran de marmol, con diferentes cuadros de artistas de renombre (no se casi nada de pinturas por lo que no nombraré a los autores), una mesa se encontraba en medio de la sala, una mesa de 12 metros con ocho sillas, los manjares más deliciosos se encontraban servidos y seis personas sentadas. La niña de los ojos cielo me señaló mi sitio. Tube que sentarme a su lado.

-Bienvenido... lo estábamos esperando- me dijo el jefe de la familia (supuse que era el jefe porque se encontraba sentado en el medio.
-Espero que la comida sea de su agrado- me dijo una señora de clase (lo supuse por las ropas que tenía)

Me sirvieron comidas de todos los rincones del mundo, manjares que jamás había visto. Me sentí tonto ya que no era de mi estilo comer con tanta clase.

-Vamos... no se sienta mal... cene con confianza- me dijo el jefe de la familia
-Gracias-contesté- quisiera saber... de donde sacan tanta comida... y cara...
-Todos los días comemos este tipo de comida, la verdad no nos sentimos diferentes solo por comer estas cosas...-me dijo la señora.

Cogí el tenedor de plata y comenzé a comer, la niña de los ojos cielo se sentó a mi lado y comenzó a comer. Mientras comía me di cuenta que las demás personas que se encontraban sentadas a nuestro alrededor no se movían, estaban sentadas con los ojos cerrados, bien vestidos, pero no decían ni una sola palabra.

-Perdone...-dije- que sucede con esas personas... ¿acaso ya cenaron?
-Silencio... limítate a cenar-fue lo que me dijo la niña de los ojos cielo

La verdad, me sentí ofendido por la forma de contestar de la niña, indignado mire al jefe de la familia

-Disculpela... pero responderé su pregunta... estas personas cenaron ya hace tres días... solo que se encuentran muertas. Las dejamos aquí porque no queremos que se sientan solas.

Me quedé en silencio. Estrupefacto por aquella respuesta. Nunca pensé que cenaría con muertos.

-Vaya...-dije en tono nervioso- nunca pensé cenar con muertos... la verdad... tienen demasiado cariño hacia ellos...
-Asi es...-señaló la señora de clase alta- coma rápido... la comida se enfriará
-Una pregunta...-dije- ¿Por qué se llama ciudad del Ocaso?
-Pregunta capciosa-respondió la niña- pensé que usted sabía el porque del nombre... ¿tan largo fue el viaje señor?

Mi asombro no se escapaba de mi. Cómo era posible que esa niña de los ojos cielo sepa que yo soy un viajero.

-No me digas que te olvidastes de nosotros...-dijo la niña parándose de la mesa- y ni me digas que no sepas reconocer a las personas que se encuentran sentadas a nuestro lado... ya debes de reconocer los sabores.

Mis ojos casi se salen de mi cara.

-Así es señor-dijo el jefe de la familia- estamos comiendo sus cesos, intestinos, dedos, piel, venas, corazón, estómago y otros manjares.

Salté de la mesa y corrí hacia la puerta pero la niña me obstaculizó el paso. Lo único que atiné fue darle un golpe en la cara para salir, no obstante la puerta desapareció.

-Bienvenido a la ciudad del Ocaso-dijo el jefe de la familia poniéndose de pie- la ciudad del Ocaso recibe ese nombre ya que las personas que nos visitan siempre aparecen en el ocaso de la tarde. Hay varios que como usted llegaban y nuestra simpática niña de los ojos cielo los recibían.
-¿!Quién eres tú?!- pregunté horrorizado a la niña
-Mi nombre es Esperanza señor... y fui capturada por estas personas... y me obligan a quedarme en estas zonas... si escapo... estas personas perecerán...
-Pero... las demás personas se encuentran afuera tratando de vivir... y tu en estos lares...
-Los humanos se encuentran en la ciudad del Ocaso-me dijo el señor clavándome un puáñ en la altura del corazón- los humanos están destinados a vivir y morir en la ciudad del Ocaso... espero que su estancia haya sido de su agrado...
-Pero... pero... porqué... llegaban... aquí... -pregunté cayendo al suelo
-Los humanos amamos las desgracias... es natural en nosotros... solo que... los que habitan en la ciudad del Ocaso... sabemos expresarlo. Recuerde...-me lo dijo en mis orejas- la esperanza de los humanos se encuentra llena de lamentos... ¿verdad?-mirando a Esperanza

Solo ella bajó la cabeza.

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